Durante más de un siglo, el hotel Waldhaus, fortaleza suiza, ha atraído a intelectuales europeos y familias leales atraídas por su encanto del Viejo Mundo y su decidida falta de comodidades elegantes.
El ascensor individual del hotel tiene capacidad para seis, incómodamente, y la mayoría de las 140 habitaciones definitivamente no son lujosas. El Waldhaus fue diseñado por el arquitecto suizo Karl Koller en el estilo moderno temprano. El cual combinó el adorno Art Nouveau con la negativa modernista, un efecto que puede traer a la mente un crucero o un lujoso sanatorio.
El Waldhaus, una fortaleza blanca con tejado almenado, construida en 1908 y propiedad de la misma familia desde entonces. Se encuentra en lo alto de una colina que domina Sils-Maria, más conocido como el pueblo donde Nietzsche pasó siete veranos durante la década de 1880. El austero paisaje montañoso, “6.000 pies más allá del hombre y del tiempo”, afirmó en su autobiografía, había inspirado su novela filosófica “Así habló Zaratustra”.
Lo que el Waldhaus ofrece, y de lo que carecen los hoteles más grandes, es un servicio personalizado. A plena capacidad, 240 huéspedes los atienden al menos 145 personas, algunas de las cuales, llevan más de una década. Esta atención se ve correspondida por una lealtad excepcional: Los padres traen a sus hijos, que a su vez traen a sus hijos. Dos familias, una suiza y otra alemana, llevan viniendo siete generaciones, desde los años veinte. El diplomático austriaco Maximilian Maria Joseph von Löwenthal-Chlumecky estaba tan enamorado del lugar que pasó aquí más de seis años en las décadas de 1970 y 1980.
La clientela del hotel, mayoritariamente europea, generalmente el tipo de huésped que prefiere el senderismo al esquí y las escaleras al ascensor, suele ser de casta intelectual o artística. Einstein y Jung lo visitaron en los años 20, y desde entonces han sido habituales los directores de orquesta Otto Klemperer y Bruno Walter. También los escritores Hermann Hesse y Thomas Bernhard, y directores de cine como Claude Chabrol y Alexander Kluge. Los devotos más recientes son los artistas alemanes Andreas Gursky y Gerhard Richter, que en la década de 1990 realizaron una serie de pequeñas fotografías de paisajes pintados titulada “Sils”.